domingo, 5 de noviembre de 2017

Banderas, personas, prioridades



Banderas, personas, prioridades

He dudado si exponer mi opinión sobre “el tema” de los últimos tiempos, la independencia, en parte por las personas que aprecio y están en lados opuestos, en parte por el malestar que me provoca.

Pero es ese mismo malestar el que me empuja a hablar, el que nace de la manipulación de políticos y medios, de la masa en que nos convertimos con las arengas de unos y otros, tocan los puntos sensibles de manera que olvidamos pensar, razonar, analizar los antes, los durante, las consecuencias.

Estamos delante de una situación que se ha tratado mal desde el principio de los tiempos, se han ido poniendo parches, utilizando para conseguir poder, dejando pasar el tiempo mientras se enquistaba. 

Que había que definir el panorama del país, ya lo sabíamos todos, nuestros empleados de los distintos gobiernos se han abandonado, como estudiantes perezosos, para no hincarle el diente a la Constitución sentándose a trabajar para mejorarla, ahora todos se echan las manos a la cabeza.

Debemos resolver el momento presente para seguir avanzando, mi opinión es que se debe hacer borrón y cuenta nueva, los incumplimientos de la ley, los hay, son culpa de todos, de quien los permitió cuando se veían venir y de quien los ha cometido, sabiendo que dañan a los ciudadanos. 

Esta situación no beneficia a nadie, aparte del tremendo ridículo que hacemos de cara al resto de países, está el perjuicio de los que formamos cada uno de los territorios, económico, social, de futuro. Corremos el riesgo de entrar en un bucle que solo traerá problemas.

¿De verdad alguien se puede creer que odiamos, despreciamos… a los catalanes? ¿Qué dedicamos el tiempo que nos deja la hipoteca, los hijos, los problemas, el trabajo, a eso? ¿Alguien de verdad tiene como objetivo vital la independencia, por encima de todo lo que nos rodea? Si es así, estamos peor de lo que creía, para mí y muchísima de la gente que conozco lo importante son otras cosas, entre ellas está viajar, conocer otras gentes, compartir, regresar contando cuanta gente de puta madre hay en todas partes.

Mientras nos entretienen agitando banderas, persiguiendo ideales, hay familias con pocos recursos, médicos saturados de trabajo, mujeres que siguen muriendo a manos de sus parejas, más de 11 suicidios diarios sin un plan de prevención, acoso en los colegios, clases de cuarenta y más alumnos, etc

¿De verdad nuestro problema más importante es una frontera, una bandera, un idioma?

 Lo siento, para mí, no


domingo, 30 de julio de 2017

El poder de las palabras



Me gustaría saber usar mejor las palabras, conocer la magia que esconden para que el mensaje que quiero comunicar llegara a los más profundo de la gente, no pueden ser imágenes terribles de personas cayendo desde una ventana o entrando en el mar sin dejar de andar hasta que se ahogan, no sé cómo trasladar los sentimientos que tenemos cuando esos mismos momentos se nos vienen a la cabeza porque son los que vivieron nuestros seres queridos y como todo se revuelve, nos llenamos de tristeza, de dolor, a veces de desesperación.

Quiero que no os dejéis llevar por la pena o la lastima sino que como nosotros penséis que nadie debería pasar por momentos así, ser solidarios, empáticos, porque solo cuando sabemos que alguien se ha podido salvar, dejar pasar ese momento terrible, sentir el amor de los que le rodean y vive, nos sentimos mejor.

Oigo hablar de millones de euros por un jugador de futbol, de independencias, mientras mueren cada día más de 10 personas sin que importe, sin concederles el valor que tienen.

Lo sé, cada cosa en su sitio, para mi han dejado muchas cosas de ser importantes o debo decir que he aprendido qué lo es, la vida, las vidas, todas, hasta la más sencilla, posiblemente porque me cuesta mucho dirigir la mía, encontrar la ilusión.

Necesitamos compromiso, del de verdad, de profesionales, de ciudadanos, que no lo veamos como algo lejano que no podemos solucionar, que no queremos hablar, porque son nuestros vecinos, amigos, compañeros de trabajo o gimnasio, personas que luchan contra la depresión o contra el dolor de haber perdido a alguien por suicidio. Es un problema que está en la calle, la primera causa de muerte en España.

Nos gustaría espacio en las televisiones como la pobre Juana a la que quieren quitar sus hijos, los nuestros se fueron, como Blesa, los nuestros no fueron juzgados, lo son ahora, como los corruptos que nos han robado dinero y vidas, las de nuestros amados e inocentes suicidas no tienen ni derecho a imágenes ni a campañas de prevención.

Esto no es culpa de todos, no, es culpa de los que pueden hacer algo para intentar solucionarlo, pero si es responsabilidad de todos exigir nuestros derechos.

Pero como decía al principio no se usar las palabras para llegar a los corazones, para empujar a cuidarnos unos a otros, para pediros ayuda.



lunes, 19 de junio de 2017

Animalistas, toros, crueldad




Durante mi infancia, hace décadas, muchas, me llevaban a los toros, era otra época y España era toros, flamenco y silencio, mi padre era cazador, tuve también una escopeta de aire comprimido, en el pueblo salíamos a cazar pájaros, un día mate una golondrina y todo cambio, de repente me di cuenta de que no tenía sentido, que había hecho algo malo, muy malo, fue la última vez que le dispare a un ser vivo y comprendí lo absurdo de divertirse matando.



He vuelto a los toros solo una vez más para que alguien viera el ambiente de una plaza, nunca más.
Si bien no estoy de acuerdo con hacer daño a los animales de forma gratuita, no soy vegano ni exagero hasta la ñoñería el respeto por ellos, existe un orden natural que nos hace alimentarnos para sobrevivir, igual que lo hacen los animales, no hay leones vegetarianos.

Pero si creo que hay unas normas que tener en cuenta, infligir el menor daño posible a todo ser vivo y respetar por encima de todo que cada uno aprenda con el mejor ejemplo, aquí es donde me han dolido los comentarios a raíz de la muerte del torero Iván Fandiño, quien se alegra de la muerte de otro ser vivo está cayendo en el mismo error que critica, se convierte en un asesino moral, en un ser despreciable, como los que se alegraron de la muerte de Bimba Bosé, de David Delfín, de todos aquellos que viven o piensan distinto a nosotros y a los que algunos se creen con derecho a imponer su forma de pensar, dictadores encubiertos con “buenas intenciones”.

La democracia, el respeto, la tolerancia… no son cosas fáciles ni desde luego adaptables a nuestros criterios, tienen normas estrictas que solo cuando se cumplen tienen pleno sentido. Querer modificar estos principios a nuestra voluntad, cada vez que algo no nos parece bien, no es posible.

Hoy he sentido la enorme crueldad de aquellos que creyendo que defienden a los animales, han hecho un daño inmenso a la familia de este torero, un daño gratuito, inoportuno y que le resta valor a algo tan hermoso como la defensa y el amor a los animales. Con vuestras palabras habéis clavado pica y banderillas en el corazón de su madre, su mujer, las personas que le querían, en todos los que creemos que hacer daño por placer nos resta humanidad.

lunes, 5 de junio de 2017

David Delfín y el Día del Orgullo




Aprovecho la desgraciada noticia de la muerte de David Delfín para expresar mi personal opinión sobre la celebración del Orgullo, los comentarios que ha suscitado en las redes refuerzan más aún mis ideas.
Creo que uno de los errores más grandes que cometemos, seguramente herencia de las lecturas enfermizas de algunos miembros de todas las religiones, es el interés por los sentimientos de los demás y juzgar si son aceptables o no. Nos convertimos en jueces y verdugos de los pensamientos más profundos de los otros como si tuviéramos algún derecho, es más, lo justificamos, buscamos soluciones, incluso sabemos que medicación o terapia puede redirigirlos al “camino correcto”.
A mí nunca me ha interesado la vida sexual de los demás, no para asignarle un valor o decidir si merece mi amistad, posiblemente sea porque me tocó vivir una época de cambio radical en España, con una pandilla de amigos absolutamente ecléctica, donde se hablaba de todo, se cuestionaba todo, se aceptaba a todos. Claro, eran los ’80, estábamos en el Madrid de la Movida, nos educábamos con la Bola de Cristal y nos ayudábamos unos a otros/as a quitarnos los miedos del periodo gris anterior.
En nuestra pandilla, 15 o 20 adolescentes, nos saludábamos con un beso en los labios, la influencia hippy estaba en el aire, era un periodo lleno de alternativas que llegaban todas juntas, hablábamos de sexo, de drogas, de libros, música, cine y sobre todo conversábamos, masticando cada tema sin miedo.
Comparo con lo que veo y leo ahora, los comentarios dañinos y crueles tras la muerte de Bimba Bosé y David Delfín por ejemplo y me preocupa el retroceso, el extremismo violento y salvaje que nos rodea, hablamos de democracia, libertad, mientras permitimos que se cree un código ético de comportamiento pacato y restrictivo a nuestro alrededor.
Aumentan las muertes por violencia de género, los ataques a homosexuales, el acoso escolar y de rebote los suicidios, pero nadie parece darse cuenta de que todo esto es consecuencia de los errores en la educación, tanto en casa como en colegios e institutos, de tolerar que nos metan miedo, de bajar el nivel con mucho futbol, mucha basura televisiva. Como consecuencia, somos capaces de tolerar el espolio económico del que somos objeto, sin casi protestar y sin embargo ante dos hombres, dos mujeres besándose o incluso una madre dando de mamar a su hijo surge una violencia verbal y física terrible.
No debería ser necesario un Día del Orgullo Gay, pero dadas las circunstancias, posiblemente sea la manifestación más efectiva por las libertades en la que debamos participar, para que no tenga que existir, para que qué, cómo y a quien debo querer no tenga interés para nadie más que los implicados, para aprender a defender y exigir nuestros derechos y sobre todo para sentir algo que parece que hemos perdido, orgullo de ser nosotros mismos.