lunes, 19 de junio de 2017

Animalistas, toros, crueldad




Durante mi infancia, hace décadas, muchas, me llevaban a los toros, era otra época y España era toros, flamenco y silencio, mi padre era cazador, tuve también una escopeta de aire comprimido, en el pueblo salíamos a cazar pájaros, un día mate una golondrina y todo cambio, de repente me di cuenta de que no tenía sentido, que había hecho algo malo, muy malo, fue la última vez que le dispare a un ser vivo y comprendí lo absurdo de divertirse matando.



He vuelto a los toros solo una vez más para que alguien viera el ambiente de una plaza, nunca más.
Si bien no estoy de acuerdo con hacer daño a los animales de forma gratuita, no soy vegano ni exagero hasta la ñoñería el respeto por ellos, existe un orden natural que nos hace alimentarnos para sobrevivir, igual que lo hacen los animales, no hay leones vegetarianos.

Pero si creo que hay unas normas que tener en cuenta, infligir el menor daño posible a todo ser vivo y respetar por encima de todo que cada uno aprenda con el mejor ejemplo, aquí es donde me han dolido los comentarios a raíz de la muerte del torero Iván Fandiño, quien se alegra de la muerte de otro ser vivo está cayendo en el mismo error que critica, se convierte en un asesino moral, en un ser despreciable, como los que se alegraron de la muerte de Bimba Bosé, de David Delfín, de todos aquellos que viven o piensan distinto a nosotros y a los que algunos se creen con derecho a imponer su forma de pensar, dictadores encubiertos con “buenas intenciones”.

La democracia, el respeto, la tolerancia… no son cosas fáciles ni desde luego adaptables a nuestros criterios, tienen normas estrictas que solo cuando se cumplen tienen pleno sentido. Querer modificar estos principios a nuestra voluntad, cada vez que algo no nos parece bien, no es posible.

Hoy he sentido la enorme crueldad de aquellos que creyendo que defienden a los animales, han hecho un daño inmenso a la familia de este torero, un daño gratuito, inoportuno y que le resta valor a algo tan hermoso como la defensa y el amor a los animales. Con vuestras palabras habéis clavado pica y banderillas en el corazón de su madre, su mujer, las personas que le querían, en todos los que creemos que hacer daño por placer nos resta humanidad.

lunes, 5 de junio de 2017

David Delfín y el Día del Orgullo




Aprovecho la desgraciada noticia de la muerte de David Delfín para expresar mi personal opinión sobre la celebración del Orgullo, los comentarios que ha suscitado en las redes refuerzan más aún mis ideas.
Creo que uno de los errores más grandes que cometemos, seguramente herencia de las lecturas enfermizas de algunos miembros de todas las religiones, es el interés por los sentimientos de los demás y juzgar si son aceptables o no. Nos convertimos en jueces y verdugos de los pensamientos más profundos de los otros como si tuviéramos algún derecho, es más, lo justificamos, buscamos soluciones, incluso sabemos que medicación o terapia puede redirigirlos al “camino correcto”.
A mí nunca me ha interesado la vida sexual de los demás, no para asignarle un valor o decidir si merece mi amistad, posiblemente sea porque me tocó vivir una época de cambio radical en España, con una pandilla de amigos absolutamente ecléctica, donde se hablaba de todo, se cuestionaba todo, se aceptaba a todos. Claro, eran los ’80, estábamos en el Madrid de la Movida, nos educábamos con la Bola de Cristal y nos ayudábamos unos a otros/as a quitarnos los miedos del periodo gris anterior.
En nuestra pandilla, 15 o 20 adolescentes, nos saludábamos con un beso en los labios, la influencia hippy estaba en el aire, era un periodo lleno de alternativas que llegaban todas juntas, hablábamos de sexo, de drogas, de libros, música, cine y sobre todo conversábamos, masticando cada tema sin miedo.
Comparo con lo que veo y leo ahora, los comentarios dañinos y crueles tras la muerte de Bimba Bosé y David Delfín por ejemplo y me preocupa el retroceso, el extremismo violento y salvaje que nos rodea, hablamos de democracia, libertad, mientras permitimos que se cree un código ético de comportamiento pacato y restrictivo a nuestro alrededor.
Aumentan las muertes por violencia de género, los ataques a homosexuales, el acoso escolar y de rebote los suicidios, pero nadie parece darse cuenta de que todo esto es consecuencia de los errores en la educación, tanto en casa como en colegios e institutos, de tolerar que nos metan miedo, de bajar el nivel con mucho futbol, mucha basura televisiva. Como consecuencia, somos capaces de tolerar el espolio económico del que somos objeto, sin casi protestar y sin embargo ante dos hombres, dos mujeres besándose o incluso una madre dando de mamar a su hijo surge una violencia verbal y física terrible.
No debería ser necesario un Día del Orgullo Gay, pero dadas las circunstancias, posiblemente sea la manifestación más efectiva por las libertades en la que debamos participar, para que no tenga que existir, para que qué, cómo y a quien debo querer no tenga interés para nadie más que los implicados, para aprender a defender y exigir nuestros derechos y sobre todo para sentir algo que parece que hemos perdido, orgullo de ser nosotros mismos.